viernes, 12 de octubre de 2012

LAS BICICLETAS SON PARA EL VERANO


La bicicleta, ¡que gran invento!. ¿Quién no ha disfrutando montando en bicicleta  alguna vez en su vida? Para mí como para muchos, la bici era un sueño. Era el “novamás”. Velocidad, libertad y aventura: los Bicivoladores, los Goonies, E.T. Una bici lo era todo. Yo al tener hermano mayor, lógicamente fui heredando las suyas. Una vez veraneando en Málaga cuando aún no alcanzaba los 9 años, tuve un pequeño accidente mientras conducía mi bici de “segunda mano” que por supuesto tenía los frenos gastados, y fui atropellado por un Seat Panda pilotado por la señora Pink, una alemana de la urbanización. 

De aquel accidente, lo que más vívidamente recuerdo fueron aquellos segundos en los que la rueda trasera izquierda me pasó por encima de la pierna y sobre todo los minutos posteriores cuando sangrando como un cochino y siendo recogido por los vecinos para trasladarme al hospital, escuchaba de fondo la voz de mi hermano mayor diciendo que no me hicieran caso, que era un quejica . 

No me pasó nada grave, excepto que para mí terminó el verano tres semanas antes de tiempo con la pata en alto y sobre todo el hecho de que se levantara sobre mí la prohibición perpetua para montar en vehículos de dos ruedas. Hasta que mis padres perdieron la custodia con mi mayoría de edad... 

Durante la carrera en Córdoba, comencé a moverme con la bici de carreras de mi viejo amigo Fofo. Recuerdo aquellas noches de primavera pedaleando hacia la piscina de Vista Alegre donde solía nadar. Volví a sentir esa sensación de libertad que ya casi no recordaba. Volví a sentir aquella magia.

Cuando empecé a trabajar me compré mi primera bicicleta. Y es que pocas cosas me provocan tanto placer como desplazarme con una bici por ejemplo por Sevilla, gracias a ese maravilloso carril que hace que la ciudad tenga ahora para mí un aliciente más. Porque si bien es cierto que me gusta hacer deporte con la bici, lo que realmente me apasiona es poder desplazarme por una ciudad utilizando la fuerza motriz de mis piernas, sin necesidad de coger el coche, sin contaminar, disfrutando de la ciudad y encima haciendo ejercicio al mismo tiempo. 

¡Pero no somos Holanda ni Alemania!, dicen algunos iluminados. "Aquí hace muchísimo calor". Además el carril bici quita aparcamientos y no lo utilizará nadie. Los “talibanes” de las bicicletas (llegué a escuchar una vez en la radio) golpean al pasar a los coches que están aparcados en mitad del carril. 

Estoy de acuerdo con ellos en que no somos Holanda ni Alemania. Pero no lo somos, no por el clima ni por las infraestructuras. La diferencia estriba fundamentalmente en los individuos que argumentan esas estupideces. Están aquí y no allí. Por eso no somos Holanda. 
En los Países Bajos llueve un día sí y otro también, pero el problema es que aquí hace mucho sol. En Sevilla la masa conservadora auguraba un fracaso absoluto del carril bici. Su construcción eliminó 700 aparcamientos. Hoy y aunque al actual ayuntamiento le pese, hay más de 120.000 socios del sistema de alquiler de bicicletas, con una media de 68.000 usuarios diarios que en mayor o menor medida prescinden del coche.  Pocas infraestructuras cuestan tan poco y son tan rentables económica y medioambientalmente.

Sin  embargo a algunos les parece que el ciclista es un problema en nuestra sociedad.  Debe de ser así, cuando el Ministro del Interior anunció hace pocas semanas un estrechamiento del cerco a los ciclistas urbanos. Podía haber anunciado un plan para la construcción de carriles bici y el fomento del uso de la bicicleta pero no fue así. Anunció que va a impulsar una campaña para perseguir y multar con dureza  a aquellos que circulen por las aceras y a los que lo hagan sin casco incluso por los carriles bici.

¿Qué está pasando en este maldito país cuando el ministro del interior en persona anuncia esto con la que está cayendo? 

¿Es que acaso no tienen bastante con empobrecer  a la población, con desmantelar todo lo público hasta hacerlo marginal, con precarizar el trabajo y fomentar la emigración masiva de profesionales cualificados, con controlar la televisión pública expulsando a los periodistas independientes y con cercenar los derechos fundamentales de los ciudadanos como el de la manifestación? No. No es suficiente. Ahora van a por tí  “cicloturista” pordiosero, que vas sin casco por un carril bici a 20 km/ hora.

¿Pues sabéis lo que le digo yo al ministro? Que  el casco me lo pondré porque quiero. Que mientras no existan carriles bici circularé por la acera. Y que si veo su coche en mitad del carril bici, pasaré por encima. 

Y es que ya me estoy hartando de tanto fascistocatetoide. ¡El Alcalde de Granada ha llegado a decir que el problema del tráfico en la ciudad lo generaban las bicicletas! ¿Se puede ser más vil? Por eso implantó algo tan esperpéntico como el carril Bici-Bus, único en el mundo. Un asqueroso insulto a la inteligencia. ¿Qué será lo siguiente? ¿Un parque infantil en la mediana de la autovía? 

Realmente no creo que sean tan estúpidos, sino simplemente personas detestables.

Podrán enviarnos a sus violentos “perros” antidisturbios, que por supuesto no irán debidamente identificados. Podrán cambiar las leyes para que sentarse en el suelo sea considerado delito por resistencia contra la autoridad; para que convocar protestas por las redes sociales pueda ser penado con cárcel; para limitar la libertad de expresión y las  manifestaciones; para controlar los medios de comunicación “públicos”. Incluso para perseguir a los malvados ciclistas urbanos.
Pero lo que todavía no han entendido es que finalmente no podrán con nosotros porque ya los conocemos y no les tenemos miedo. Son farsantes, malhechores vestidos de traje. Fascistas de la peor calaña.

Porque me atrevo a decir, sin importarme lo más mínimo quién se sienta aludido, que hay que ser despreciable para criticar y hostigar a los que usamos la bicicleta. Porque despreciable es siempre ensañarse con el débil.