La bicicleta, ¡que gran invento!. ¿Quién no ha disfrutando
montando en bicicleta alguna vez en su
vida? Para mí como para muchos, la bici era un sueño. Era el “novamás”. Velocidad,
libertad y aventura: los Bicivoladores, los Goonies, E.T. Una bici lo era todo.
Yo al tener hermano mayor, lógicamente fui heredando las suyas. Una vez
veraneando en Málaga cuando aún no alcanzaba los 9 años, tuve un pequeño
accidente mientras conducía mi bici de “segunda mano” que por supuesto tenía
los frenos gastados, y fui atropellado por un Seat Panda pilotado por la señora
Pink, una alemana de la urbanización.
De aquel accidente, lo que más
vívidamente recuerdo fueron aquellos segundos en los que la rueda trasera
izquierda me pasó por encima de la pierna y sobre todo los minutos posteriores
cuando sangrando como un cochino y siendo recogido por los vecinos para
trasladarme al hospital, escuchaba de fondo la voz de mi hermano mayor diciendo
que no me hicieran caso, que era un quejica .
No me pasó nada grave, excepto
que para mí terminó el verano tres semanas antes de tiempo con la pata en alto
y sobre todo el hecho de que se levantara sobre mí la prohibición perpetua para
montar en vehículos de dos ruedas. Hasta que mis padres perdieron la custodia
con mi mayoría de edad...
Durante la carrera en Córdoba, comencé a moverme con la
bici de carreras de mi viejo amigo Fofo. Recuerdo aquellas noches de primavera
pedaleando hacia la piscina de Vista Alegre donde solía nadar. Volví a sentir
esa sensación de libertad que ya casi no recordaba. Volví a sentir aquella magia.
Cuando empecé a trabajar me compré mi primera bicicleta. Y
es que pocas cosas me provocan tanto placer como desplazarme con una bici por
ejemplo por Sevilla, gracias a ese maravilloso carril que hace que la ciudad
tenga ahora para mí un aliciente más. Porque si bien es cierto que me gusta
hacer deporte con la bici, lo que realmente me apasiona es poder desplazarme
por una ciudad utilizando la fuerza motriz de mis piernas, sin necesidad de
coger el coche, sin contaminar, disfrutando de la ciudad y encima haciendo
ejercicio al mismo tiempo.
¡Pero no somos Holanda ni Alemania!, dicen algunos
iluminados. "Aquí hace muchísimo calor". Además el carril bici quita
aparcamientos y no lo utilizará nadie. Los “talibanes” de las bicicletas (llegué
a escuchar una vez en la radio) golpean al pasar a los coches que están
aparcados en mitad del carril.
Estoy de acuerdo con ellos en que no somos Holanda ni
Alemania. Pero no lo somos, no por el clima ni por las infraestructuras. La
diferencia estriba fundamentalmente en los individuos que argumentan esas
estupideces. Están aquí y no allí. Por eso no somos Holanda.
En los Países
Bajos llueve un día sí y otro también, pero el problema es que aquí hace mucho
sol. En Sevilla la masa conservadora auguraba un fracaso absoluto del carril
bici. Su construcción eliminó 700 aparcamientos. Hoy y aunque al actual ayuntamiento le pese, hay más de 120.000 socios del sistema de alquiler
de bicicletas, con una media de 68.000 usuarios diarios que en mayor o menor
medida prescinden del coche. Pocas
infraestructuras cuestan tan poco y son tan rentables económica y
medioambientalmente.
Sin embargo a algunos
les parece que el ciclista es un problema en nuestra sociedad. Debe de ser así, cuando el Ministro del
Interior anunció hace pocas semanas un estrechamiento del cerco a los ciclistas
urbanos. Podía haber anunciado un plan para la construcción de carriles bici y
el fomento del uso de la bicicleta pero no fue así. Anunció que va a impulsar
una campaña para perseguir y multar con dureza
a aquellos que circulen por las aceras y a los que lo hagan sin casco
incluso por los carriles bici.
¿Qué está pasando en este maldito país cuando el ministro
del interior en persona anuncia esto con la que está cayendo?
¿Es que acaso no tienen bastante con empobrecer a la población, con desmantelar todo lo
público hasta hacerlo marginal, con precarizar el trabajo y fomentar la
emigración masiva de profesionales cualificados, con controlar la televisión
pública expulsando a los periodistas independientes y con cercenar los derechos
fundamentales de los ciudadanos como el de la manifestación? No. No es
suficiente. Ahora van a por tí “cicloturista”
pordiosero, que vas sin casco por un carril bici a 20 km/ hora.
¿Pues sabéis lo que le digo yo al ministro? Que el casco me lo pondré porque quiero. Que
mientras no existan carriles bici circularé por la acera. Y que si veo su coche
en mitad del carril bici, pasaré por encima.
Y es que ya me estoy hartando de tanto fascistocatetoide. ¡El
Alcalde de Granada ha llegado a decir que el problema del tráfico en la ciudad
lo generaban las bicicletas! ¿Se puede ser más vil? Por eso implantó algo tan esperpéntico
como el carril Bici-Bus, único en el mundo. Un asqueroso insulto a la
inteligencia. ¿Qué será lo siguiente? ¿Un parque infantil en la mediana de la
autovía?
Realmente no creo que sean tan estúpidos, sino simplemente personas detestables.
Podrán enviarnos a sus violentos “perros” antidisturbios,
que por supuesto no irán debidamente identificados. Podrán cambiar las leyes
para que sentarse en el suelo sea considerado delito por resistencia contra la
autoridad; para que convocar protestas por las redes sociales pueda ser penado
con cárcel; para limitar la libertad de expresión y las manifestaciones; para controlar los medios de
comunicación “públicos”. Incluso para perseguir a los malvados ciclistas
urbanos.
Pero lo que todavía no han entendido es que finalmente no
podrán con nosotros porque ya los conocemos y no les tenemos miedo. Son farsantes, malhechores vestidos de traje. Fascistas de la peor calaña.
Porque me atrevo a decir, sin importarme lo más mínimo quién
se sienta aludido, que hay que ser despreciable para criticar y hostigar a los
que usamos la bicicleta. Porque despreciable es siempre ensañarse con el débil.